Ya era
casi la hora de acabar el turno en la planta y Francisco estaba muy
preocupado, se le veía en el rostro un afán por salir cuanto antes de la
fábrica. Cuando vio entrar a Luis se alegró mucho de poder entregarle
el reporte del turno y poder salir cuanto antes. Francisco quería
alcanzar a llegar a la Eucaristía de la noche y poder confesarse con el
Padre Gregorio, hace mucho que lo había pospuesto y ya era hora de
recuperar la gracia de Dios.
Luis lo saludó: - Hola Francisco, ¿cómo estuvo el turno?
-
Bien Luis, la línea 1 logró sacar 10.000 ejemplares de la revista de
vehículos y la línea 2 tuvo algunos problemas mecánicos con la
rodillería, pero logramos hacer el cambio para poder iniciar los 20.000
folletos que pidieron del almacén de ropa.
- ¡Vaya pero te rindió! Deberías estar alegre pues bien sabes que aún estamos caídos con las metas del mes.
- Si Luis, eso me alegra pero es que estoy un poco de afán.
-¿ Y eso? ¿para donde vas?
- Hmm, eehh, voy para la Iglesia dijo Francisco, frunciendo el ceño sabiendo la respuesta esperada de Luis.
-
¡Ahh! tú y tus cuentos religiosos. ¿Cual es el afán, ir a comerte una
galleta? Cuando quieras te llevo al culto de mi Iglesia para que veas lo
que es poder de Dios.
- Luis, tú no entiendes. Quiero confesarme hoy y por eso tengo afán.
-
¿Confesarte? no me hagas reír. ¿De cuando acá un pecador peor que yo
me va a perdonar los pecados? ¿Acaso no has leído en la Biblia que sólo
Dios puede perdonar los pecados?
- Luis, pero no es el sacerdote quien perdona, ni sus pecados los que le quitan poder a Dios.
-
Ay Francisco, cuando entenderás que estás errado. Esa Iglesia te hace
creer que los sacerdotes perdonan pecados para mantenerlos atemorizados y
hacerles creer que sólo ellos pueden ser usados por Dios.
-
Luis, se me va a hacer más tarde pero quiero pedirte un favor especial.
Francisco sacó un papel del bolsillo y escribió algo, luego se lo
entregó a Luis y le dijo: - coloca estos textos en un papel pergamino y
en un papel periódico y mañana me los muestras.
Luis quedó
extrañado ante la solicitud de su compañero pero no vio problema en
complacerlo. Francisco salió volado con el fin de poder alcanzar a
participar de la Eucaristía y confesarse.
Al
día siguiente Luis estaba sentado en el escritorio, hojeaba y hojeaba
los dos papeles que había pedido Francisco que elaborara. No emitía
palabra y se le notaba la curiosidad de saber que le diría Francisco,
aunque por lo que decía el papel se podía imaginar que era.
Francisco
cruzó la puerta muy despacio, como para ganar tiempo analizando el
rostro de Luis, quien al ver a su compañero se levantó de la silla,
agarró su abrigo y soltó los papeles que tenía en la mano, dejándolos
caer como hojas en pleno otoño.
Luis se veía perturbado
mientras Francisco se veía muy alegre y radiante, a quien no le quería
preguntar para no saber cual era el motivo de su alegría. Francisco
rompió el hielo y le dijo: - gracias. Estas palabras obviamente hicieron
que Luis se girara y mirara a Francisco y le dijera con un gran
desahogo por no tener que haber iniciado el diálogo: -¿por?
-
Por hacer el favor que te pedí. Anoche no tuve la oportunidad de que me
escucharas pero hoy con este ejercicio quiero que puedas analizar antes
de juzgar. Francisco llamó a Felipe que estaba en ese momento pasando
por la oficina.
- Entra Felipe. ¿Cómo estás?
- Con sueño, no dormí bien pero hoy espero rendir en el trabajo.
Francisco
tomó un el pergamino y se lo entregó a Luis, y él se quedó con el papel
periódico. Le dijo a Felipe: - quiero que escuches lo que te va a leer
Luis y luego lo que te voy a leer yo. Luis ahora sí que no entendía lo
que quería hacer Francisco.
- Luis, por favor lee lo que está escrito dijo Francisco.
Luis tomó aire y sabiendo que era muy importante lo que contenían esas líneas proclamó:
El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente. Y
todo esto procede de Dios, que nos reconcilió con él por intermedio de
Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque
es Dios el que estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, no
teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y confiándonos la palabra
de la reconciliación.
Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios. (2 Cor 5, 17-20) ya que fue el mismo Cristo quien dijo:
Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios. (2 Cor 5, 17-20) ya que fue el mismo Cristo quien dijo:
Luis
se detuvo como si fuera la primera vez que leyera este texto, pero en
un intento de poder ganar su batalla interior continuó:
"Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen,
y serán retenidos a los que ustedes se los retengan" (Jn 20, 22-23) porque nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios (2 Cor 4, 7)
y serán retenidos a los que ustedes se los retengan" (Jn 20, 22-23) porque nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios (2 Cor 4, 7)
Al
terminar, Luis se quedó meditando lo que acababa de leer. A su mente
llegaron inmediatamente las palabras que le había dicho a Francisco la
noche anterior: - ¿Confesarte? no
me hagas reír. ¿De cuando acá un pecador peor que yo me va a perdonar
los pecados? ¿Acaso no has leído en la Biblia que sólo Dios puede
perdonar los pecados? Ay
Francisco, cuando entenderás que estás errado. Esa Iglesia te hace creer
que los sacerdotes perdonan pecados para mantenerlos atemorizados y
hacerles creer que sólo ellos pueden ser usados por Dios.
Francisco
trató de romper el hermetismo en la sala y empezó a leer su papel. Era
el mismo texto que acaba de leer Luis. Felipe se sorprendió que
Francisco leyera el mismo texto de Luis, Francisco le preguntó:
- Bueno Felipe, ¿dime cual de los dos textos te gustó mas?
La pregunta sí que sorprendió a Luis y a Felipe pues no entendían qué buscaba Francisco. Felipe respondió:
- pero Francisco si ambos leyeron el mismo texto.
-
Francisco dibujó una sonrisa en su rostro y le preguntó: - Pero no
puede ser, ¿No ves que un texto fue leído por dos personas diferentes y
utilizamos dos papeles diferentes? Tiene que haber diferencia.
-
Luis entró al diálogo y afirmó enérgicamente: - Pero que importa eso,
lo que importa es el mensaje, ¡lo que importa es que es Palabra de Dios!
¿Qué le quita o qué le pone el papel en que esté o la persona que lo
lea?
Francisco
para equilibrar la fuerte voz de Luis y viendo que estaba a punto de
lograr su cometido le djo: -Luis, ¿qué le quita o qué le pone el
sacerdote al perdón de Dios? lo importante no es el sacerdote sino lo
que dice el sacerdote cuando nosotros nos confesamos. Así como a la
Palabra de Dios no la limita el papel o la voz, así el perdón que Dios
nos da en el sacramento no se limita por los pecados del sacerdote.
Luis
se quedó paralizado al ver que los argumentos que usó fueron los mismos
usados por Francisco, quien continuó: - la única razón para que no
aceptes recibir el sacramento de la Confesión sería porque lo acabaste
de leer no fuera Palabra de Dios. Ese "pecador" como despectivamente
llamas al sacerdote es el embajador de Cristo, quien obra poderosamente
en él a pesar de ser un vaso de barro, debido a la promesa que les dio
por la acción del Espíritu Santo. Luis, si esto que acabo de decir es
mentira entonces tiene razón lo que me dijiste ayer del sacerdote.
Luis
no pudo sostener tal argumentación y menos delante de Felipe, por lo
que tuvo que reconocer que tenía razón: - Francisco, reconozco que me he
equivocado, he juzgado a tu Iglesia por los prejuicios de la mía, pero
agradezco esta oportunidad para poder entender eso que ustedes llaman
confesión, y te aseguro que le pediré mucha luz a Dios para confirmar
que estás en lo correcto.
Felipe
empezó a derramar una pequeña lágrima por sus ojos y les dijo: - anoche
que llegué a mi casa volví a discutir con mi esposa. Nos gritamos y
dijimos cosas muy feas, la verdad estaba muy alterado, incluso no dormí
bien. Pero esta mañana cuando venía para acá le pedía a Dios mentalmente
que me dijera cómo podía arreglar las cosas con mi esposa, que me
ayudara a cambiar y le pedí una señal. Acercándose al escritorio tomó el
papel periódico y les dijo: - este pergamino es la señal, lo que dicen
estas líneas son la forma en que Dios quiere que me reconcilie con él.
Gracias muchachos.
Ante
todo esto Luis miró el reloj y vio que ya estaban a punto de hacer el
cambio de turno, tomó el pergamino y dijo: este pergamino lo llevaré a
mi casa y lo voy a enmarcar para recordar el día en que Dios me enseñó
la lección de su perdón.
Ya sonó la sirena, vamos a iniciar el día!!
Fuente: http://www.catolicosfirmesensufe.org
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