"Una vez, cuenta el padre Carlos Vallés,
asusté a un joven marido que me pedía consejo sobre su matrimonio en
peligro. Este me había hablado de su esposa con tantos detalles
negativos que parecía imposible que pudiera seguir viviendo con ella. Yo
le di entonces mi consejo. "Tiene que divorciarte de tu mujer". Aquel
joven marido quedó asombrado que un sacerdote le diera este consejo, y
casi se cayó de espalda cuando el padre insistió diciéndole: "¡Sí,
tienes que divorciarte y casarte con otra mujer!
"Pero ¿cómo padre me dice esto? No
entiendo." replicó. Y yo le expliqué sonriendo. "Sí , tienes que
divorciarte de la mujer ideal de tus sueños, y casarte con la mujer de
carne y hueso que tienes en tu casa".
Amar de veras implica querer al otro
como es, con todos los defectos que tiene y no como tendría que ser o
cómo nos gustaría que fuese. Dios no nos ama porque somos dignos de amor
sino que somos dignos de amor porque Dios nos ama. Y Dios nos ama como
somos, así, en concreto, con los ojos abiertos sobre nuestras virtudes. y
nuestros defectos.
El amor de los novios es ciego en
cuanto a los defectos del otro, pero también vidente en cuanto a las
cualidades que sólo el enamorado es capaz de ver. Cuando, con el pasar
de los años, las cualidades, que tanto los encantaban, disminuyen o
desaparecen y quedan al descubierto los defectos, que antes estaban
escondidos, entonces parece que el amor ya no existe y los esposos
llegan a pensar que el amor se ha ido. En realidad, amor únicamente
fundado sobre las cualidades, no es verdadero amor. Se aman las
cualidades físicas o psicológicas o morales pero no se ama a la persona
que es el sujeto profundo de las cualidades. Si el amor desaparece, es
que probablemente, nunca existió. Pero si el amor llega a ser un amor
personal, un amor a la persona única e irrepetible, entonces no va a
desaparecer por el hecho de que desaparecen las cualidades. La persona
es siempre la misma aunque cambia a lo largo del tiempo.
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