Una maestra de primaria le pidió a sus estudiantes que hicieran una
lista de lo que ellos pensaban eran las “siete maravillas del mundo
moderno”. Los niños comenzaron ha hacer sus listas y, según terminaban,
se las entregaban a la maestra para que fuera computando los votos de
cada “maravilla”.
Aunque habían algunas diferencias, las “maravillas” que más votos habían recibido eran:
La niña respondió tímidamente:
– “No puedo decidirme… ¡es que hay tantas maravillas!”
La maestra entonces le dijo:
– “Bueno, léenos lo que tienes hasta ahora y tal vez podemos ayudarte.”
La niña tomó el papel en sus manitas y leyó:
– “Yo creo que las siete maravillas del mundo son: poder ver… poder oír… poder tocar… poder probar… poder sentir… poder reír… y, sobre todo, poder amar…”
Varios echaron a reir pero la maestra se quedo meditando...
Las cosas simples y ordinarias, las que nosotros tomamos como triviales, son sencillamente maravillosas. Las cosas más preciadas de la vida no se pueden construir con la mano ni se pueden comprar con dinero… esas cosas son regalos de Dios.
Aunque habían algunas diferencias, las “maravillas” que más votos habían recibido eran:
- La pirámide de Chichén Itzá
- Machu Picchu
- El Cristo Redentor
- El Monumento de Petra
- La Gran Muralla China
- El Coliseo Romano
- El Taj Mahal
La niña respondió tímidamente:
– “No puedo decidirme… ¡es que hay tantas maravillas!”
La maestra entonces le dijo:
– “Bueno, léenos lo que tienes hasta ahora y tal vez podemos ayudarte.”
La niña tomó el papel en sus manitas y leyó:
– “Yo creo que las siete maravillas del mundo son: poder ver… poder oír… poder tocar… poder probar… poder sentir… poder reír… y, sobre todo, poder amar…”
Varios echaron a reir pero la maestra se quedo meditando...
Las cosas simples y ordinarias, las que nosotros tomamos como triviales, son sencillamente maravillosas. Las cosas más preciadas de la vida no se pueden construir con la mano ni se pueden comprar con dinero… esas cosas son regalos de Dios.
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